Tras ver parte del gran horror, el propietario nos llevó a un cercado redondo dónde probar a montarla. Me subí y me encantó cómo de tranquila se sitía conigo. Pero aunque me encantaran las vistas que obtenía desde ella, no pude no percatarme de que la silla no se podía asegurar bien por su falta de grasa, y aunque abrocharamos la cincha hasta el último punto, la silla se tambaleaba.