
Y tras finalizar la prueba montando; que fue bastante bien, a excepción del sentimiento que me transmitían los huesos de la yegua al chocarse contra si mismos durante el trote; nos mostró cómo de tranquila se sentía con una ducha. Claro está, que eso era seguramente porque era lo que más deaseaba de todo; un torrente de agua fresca que recorra su cuerpo quemado después del sol.
En un momento dado, mi padre se alejó a hablar con el propietario; seguramente para discutir el precio; pero yo me quedé para mirar más de cerca el cuerpo del pobre animal. Estaba lleno de heridas cicatrizadas y muchas otras nuevas, abiertas y sucias que solo no se veían gracias al pelo. También pude ver sus pezuñas, más largas de lo que deberían ser y agrietadas en multiples lugares.
Me dolió mucho verla tan magullada y herida. Y esto fue lo que colmó el vaso, lo que hizo que me la quisiera llevar de aquella espantosa granja, de esa pesadilla en la que vivió no se sabe cuanto tiempo.
Los dos hombres se acercaron a mí y mi padre preguntó que quería hacer; lo único que pude articular fue: "Me la llevo." No quería esperar ni ni un segundo más, estaba horrorizada ante la idea de dejarla allí aunque fuera por una noche más. Y no se cómo, pero acabamos llendo a ver los cabritos que aquelhombre vendía; al parecer era uncriadero de estos.
Entramos en un amplio lugar y lo primero que hice fue entrecerrar los ojos y arrugar la nariz. ¡El hedor que había allí dentro! Al parecer, todas las crias estaban agrupadas en establos pequeños para diferenciarlos de edad. Y aquellos que habían muerto, estaban juntados en una esquina de cada establo. ¡Vivían juno a los cuerpos inertes de sus hermanos fallecidos!

No se cómo, pero mi padre consiguió que salieramos antes de que me diera tiempo a reaccionar y me tirara al cuello de aquel asesino. Pero de lo que sí estoy segura es que algunas lagrimas calientes y saladas corrieron por mi mejilla y cayeron cerca de algunos de aquellos cadáveres.
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