Tan seco estaba su corral bajo el sol. |
Siento no haber podido contar todo de una sola vez, pero para contar nuestra historia se necesitaría mucho tiempo para escribirla. Y para ese tiempo seguramente habríamos caído en el olvido. Necesitaría toda una vida entera para contarla ya que ella sigue viva, conmigo, y espero que así sea para mucho tiempo.
Bueno, antes me había parado contanto lo bello que parecía aquel lugar. Pero como se suele decir, no juzgues un libro por su portada.
Pasamos dentro, y lo primero que ví fue un perro vomitando sangre; no se si era suya o por algo que se había comido. Pero si se que cuando mi perro vomita, me suelo preocupar aunque luego no sea nada grave. En su caso, pasó de lado sin pararse a comprobar cómo estaba. Tal vez no fuera gran cosa, pero eso lo diría si no hubiera visto lo que venía después.
Me llevó hacia la yegua, vivía en un trozo de tierra árida bajo el sol bastante amplio. Pero eso sería bueno de no haber sido porque no tenía sitio en cual resguardarse. Recuerdo que hacía unos 25ºC y no había ni una sola nube, ni un solo árbol y ni una sola sombra dónde esconderse del sol.
Además, habían unos cuantos escombros que no parecían demasiado buenos para la salud de un caballo. Y si ya eso nos deja pensar que el animal está en malas condiciones, pues comparado con lo que seguía parecía el cielo.
Cuando entramos en ese tipo de corral, me dí cuenta de que no tenía agua. Ni una sola gota parecía haber tocado ni la tierra ni el cubo en cual debería estar siempre presente. Y lo único que dijo el propietario fue: "Jolin, nunca tienes agua". Ni siquiera se paró a echarla un poco, si no que la dio como unos 5 terrones de azúcar. Todos sabemos que:
- No son buenos para la salud de un equino.
- Eso crea aun más sed.
Así de flaca estaba mi yegua. |
Eso ya era bastante malo, pero una de las cosas (y digo una porque había más) que definitivamente me destrozó el corazón.
Al acercarme a la yegua, su pelo estaba horrible. Parecía como las hojas de un libro de más de mil años, que si las tocas se hacen pedazos.
Después, al pasar la mano sobre su cuerpo, pude sentir hasta el último hueso de su cuerpo. Era solo un esqueleto cubierto de piel, y solo sus cabellos lo cubrían un poco.
Además, me dí cuenta de que desconfiaba. No era agresiva, pero se echaba para atrás como si temiese que la hicieran daño.
Todo esto parece horrible, y lo es. Pero solo es el principio del horror que ví allí.
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